Roberto Pedraza Ruiz
Jefe de Tierras Silvestres

Como una gran barrera que exprime la humedad de los vientos y nubes del Golfo de México, extendiéndose de Coahuila a Puebla, la Sierra Madre Oriental alberga un mosaico de ecosistemas y especies donde latitud, altitud y patrones de lluvia, muchas veces condicionados por sus mismos montes, la hacen una cadena montañosa más diversa, más quebrada y elevada que su contraparte Occidental. Vista desde el aire, es un gran levantamiento donde las calizas cedieron a la presión de la tectónica de placas, cortado de tajo por profundos cañones, hueco por un complejo sistema de sótanos y elevadas cumbres que sobrepasan los 3,700 metros de altura.

Y un sector de ella, al que tengo orgullo de llamarle casa y trabajar para su conservación, es la Sierra Gorda, que como su nombre indica es generosa y opulenta. Como pocas áreas montañosas, conjuga flora y fauna del Neotrópico, con sus especies que dependen del calor y el Neártico, que con migrantes norte-sur y, gracias a las glaciaciones llegó a lo largo de millones de años de historia geológica, conjuntan lo mejor de América en el tercio norte de Querétaro.

Eco-diversidad

Con abetos Douglas en sus crestas más altas, parotas y ceibas en sus profundos valles y cañones, especies endémicas del semidesierto y helechos arborescentes en sus pliegues más húmedos, la naturaleza ha sido generosa aquí. A la fecha, han sido registradas 2,308 especies de plantas, 340 de aves entre residentes y migratorias, 110 de mamíferos, 134 de herpetofauna (reptiles y anfibios) y un tercio de las mariposas mexicanas, con cerca de 800 especies.

Un margay, una mariposa de cristal y una lagartija de las bromelias, son vida silvestre que comparte el mismo bosque de niebla.

Nevada en las tierras altas, donde muy mexicanos agaves crecen junto a abetos Douglas.

Un jardín árido al oeste

Desde las tierras altas, una ventana al ocaso.

Los amables lomeríos de la cuenca del Extoraz, han sido un refugio para las cactáceas. Un peyote queretano, y un raro lagarto espinoso, habitantes del desierto.

La mayor parte de los visitantes a la Sierra Gorda la recorren desde el oeste, siendo recibidos por el vetusto semi-desierto, establecido en los suaves lomeríos de la cuenca del río Extóraz desde hace 50 millones de años, con una singular riqueza de cactáceas y plantas bien adaptadas a las condiciones de poca lluvia. Esa misma estabilidad permitió la evolución de plantas endémicas como el peyote queretaro, el barril dorado, la biznaga bola de hilo y las yucas queretanas. Sin embargo, mientras este peyote es saqueado de manera inútil, al no compartir el contenido de alcaloides que la especie utilizada por los huicholes en sus ceremonias. Por desgracia, la biznaga bola de hilo también está a punto de desaparecer por el saqueo de coleccionistas y las yucas, raras y escasas, son calificadas como las más bellas de su Familia.

Conforme la sierra gana altura, aparecen bosques de pinos piñoneros, donde cada año sus matorrales se engalanan con la explosión de millones de flores de cempasúchiles silvestres que pintan de dorado su vertiente occidental por unas pocas semanas.

Un par de las endémicas yucas queretanas, en una ceja alta junto a pinos piñoneros.

Los bosques de las crestas

Mientras la sierra sigue ganando altura, el manto verde de coníferas y encinos domina el paisaje. Desde la cumbre más elevada de la Sierra Gorda, con 3,160 msnm, abetos Douglas, oyameles, pinos, cedros, enebros y tejos forman comunidades ancestrales que, en tramos, se combinan con 34 especies de encinos, de los arbustivos a los de troncos macizos con 30 metros de altura y metro y medio de diámetro, formando bosques mixtos. Casa de linces, pumas, ardillas voladoras que anidan en los huecos de viejos árboles, gavilanes y coloridos trogones, estos bosques huelen y suenan a coníferas.

México es el país más rico en especies de pinos. Ocho de ellas crecen en la Sierra Gorda.

Un trogón de montaña en su nido.

Antaño, las guacamayas verdes anidaban en varios relices de esos picos y sus cañadas, pero ahora queda tan solo su recuerdo en las toponimias. Su última colonia soporta los embates de nuestra especie en dos refugios.

La Sierra Gorda alberga la última colonia de guacamayas verdes en el centro de México.

Es allá arriba donde, durante los frentes fríos, los mares de nubes y los amaneceres blancos, con árboles cuajados de escarcha e incluso nieve, dominan el paisaje. Aunque ahora, se trata de postales cada vez menos comunes debido al cambio climático, que a su vez ha dado rienda suelta a las plagas forestales. Vitales para nuestro bienestar, estos bosques ubicados en las cabeceras de cuenca recargan agua en los mantos freáticos que alimentan a las principales corrientes de la sierra, como el río Extóraz, el Escanela, el Ayutla y el Concá, que acaban llevando su agua al poderoso río Pánuco y por ende al Golfo de México.

Los fustes con luz propia

En los valles intermontanos que dominan las partes bajas de la Sierra Gorda, y los profundos cañones de los río Santa María y Moctezuma, el trópico se enseñorea con las leguminosas dominando el dosel, las higueras ahorcando a otros árboles o aferrándose a las rocas y las chacas o burseras reluciendo gracias a su corteza brillante y lisa.

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Profundos cañones con áreas silvestres amplias son corredores vitales para grandes depredadores como jaguares y pumas.

Donde las calizas reinan, cactáceas columnares forman colonias únicas. Rectas y paralelas, ofrecen sus flores por unas noches esperando ser polinizadas por murciélagos nectarívoros. Durante la sequía, conteniendo el aliento y soportando las altas temperaturas, los árboles de las selvas bajas permanecen sin hojas, mientras miles de chicharras aturden con su coro anual tras su larga existencia bajo tierra. Cuando las lluvias finalmente llegan, verdes tímidos van tiñendo el dosel y, en unas pocas semanas, se enseñorean y pasan a un verde intenso, en un ciclo anual al que los árboles están perfectamente adaptados.

Altos órganos, un toloque coronado y un tecolote bajeño son especies que habitan en las selvas bajas.

Las burseras con sus espléndidas cortezas y colores.

Una martucha descansando en el dosel de la selva.

Las venas de la sierra

Las principales corrientes de la sierra nacen como pequeños arroyos en las partes altas y corren cargados con agua fría y limpia.

Allá arriba, cobijados por coníferas y encinos, en algunos tramos sobreviven los ajolotes o monstruos de agua (Ambystoma velasci), increíbles anfibios que pasan su vida en estado embrionario. Su presencia indica calidad y pureza de agua.

Un robusto ajolote.

Más abajo, corpulentos sabinos, elegantes álamos de troncos blancos y esbeltos sauces forman bosques ribereños que, con sus raíces, detienen bancos y márgenes, aminoran la velocidad del agua y permiten que 27 especies de peces, además de acamayas y acociles endémicos puedan vivir, acompañados de los coros de ranas que dan un ritmo y sonido especial a la noche.

Antiguos sabinos crecen a lo largo del río Jalpan, hojas de sicomoros en el otoño y una pareja de sapos trabajando para traer una nueva generación.

La gran cordillera que se extiende al este, desde el río Moctezuma al Santa María como balcón a la Huasteca, aún en su mayor parte cubierta de selvas, bosques templados y de niebla, es donde aún encuentran cobijo las seis especies de felinos de nuestro país –del poderoso jaguar a los pumas y margays–, los amenazados hocofaisanes y los endémicos chivizcoyos, que prefieren los bosques de niebla como hogar.

Donde la niebla reina

En laderas, cañadas o dolinas que reciben directamente a las nubes y vapores que los vientos alisios empujan al oeste desde el Golfo de México, se encuentra mi ecosistema favorito: los bosques de niebla. Cubren menos del 1% de la superficie de México y son los más biodiversos por unidad de superficie.

Un minúsculo Hygrocibe entre el musgo del bosque de niebla.

Son hogar de una variedad de especies, desde amables víboras de cascabel en la hojarasca, corpulentos encinos, cedros y liquidámbares, utilizados como perchas vivientes por musgos, helechos, bromelias, orquídeas e incluso cactáceas, que forman complejas comunidades en el dosel, donde los depredadores son ranas y salamandras arborícolas.

Un anciano roble cubierto de musgos, bromelias, orquídeas, helechos e incluso cactáceas en su majestuosa copa.
Un perico de frente blanca y una mariposa Búho, ambas dependientes de bosques bien conservados.

En este ecosistema, nuevas especies aún esperan a ser descubiertas, como dos magnolias a las que fotografié. Compartí las imágenes en un proyecto británico que busca ser un arca digital de especies amenazadas (ARKive), donde fueron vistas por un botánico de Guadalajara y así comenzó la investigación. Las magnolias son únicas, pues son las primeras plantas con flores y auténticos fósiles vivientes. Meses después, una de ellas fue descrita y dedicada al Dr. Jerzy Rzedowski, el más reconocido botánico en México y la otra pasó a formar parte de la familia pues me fue dedicada y fue bautizada como Magnolia pedrazae. Un auténtico honor y satisfacción para un conservacionista y fotógrafo de naturaleza.

Bromelias, salamandras y puercoespines dependen de la salud de estos bosques. Y nosotros con ellos.

Lemboglossum rossii, una especie de orquídea amenazada que crece en bosques de niebla. Ahora protegida en una de las reservas privadas que custodiamos.

Nos tocó vivir en el Antropoceno, con la peor y más fulminante ola de extinción masiva por la que haya atravesado la vida en nuestro planeta, capaz de eliminar el 50% de su biodiversidad para el año 2100, mientras nuestra especie sigue creciendo de manera exponencial y, con ello, su demanda de recursos. O actuamos ahora o las generaciones venideras encontrarán un planeta muy distinto y triste, sin muchos de los ecosistemas, y sus especies al borde del colapso.

Espero que la fotografía no sólo deje testimonio de la exquisita biodiversidad que aún tenemos, sino que sirva hoy como herramienta para su conservación.

Un par de machos del Zumbador enano, segunda ave más pequeña a nivel mundial y endémica a México.

Texto y fotografías por:

Roberto Pedraza Ruiz

Conservacionista y fotógrafo de vida salvaje

https://maptia.com/robertopedrazaruiz